RSE en España hoy: balance de 10 años y propuestas de futuro

RSE en España hoy: balance de 10 años y propuestas de futuro

El Diario El País, publica un artículo, con el titulo “RSC es España, propuestas de futuro”. En Diario responsable publicamos la versión integra de ese mismo artículo con el título -“RSE en España hoy: Balance de 10 años y propuestas de futuro”- y extensión con el que fue redactado inicialmente por sus autores Juan José Almagro, Alberto Andreu, Marta de la Cuesta, Jordi Jaumà, Ramón Jáuregui e Isabel Roser

En septiembre de 2007, un grupo de amigos -profesionales, profesores, periodistas, políticos- hicimos público un Manifiesto por la Responsabilidad Social de las Empresas  (RSE), una voz ideológicamente plural que trasmitía un mensaje lleno de razones para impulsar una nueva forma de gestionar las organizaciones. Diez años después, con la humildad de no representar mas que lo que somos, y a pesar de un balance lleno de claroscuros, seguimos creyendo en la RSE y queremos hacer un balance y ofrecer, como entonces, algunas propuestas de futuro:

Balance de diez años

Es difícil analizar la evolución de la RSE sin considerar dos hechos: la crisis económica de 2008, que ha incrementado la desigualdad en España y ha empobrecido gravemente el empleo; y la revolución digital, que está cambiando la economía, la sociedad y la persona. Con estas referencias, y con la humildad de no representar nada más que lo que somos, hoy queremos decir:

1.- Conceptualmente, la RSE, que nació para favorecer una globalización íntegra reduciendo impactos sociales, laborales y ambientales, no ha terminado de ocupar ese espacio. Si preguntamos a “no expertos”, comprobaremos que la RSE se sigue asociando más a filantropía y a marketing social, que a integridad. Un dato avala esta afirmación: cerca del 50% de las áreas de RSE del IBEX 35 (las más avanzadas en este campo) dependen de comunicación o relaciones instituciones. En definitiva, aún no ha calado que la RSE no tanto tiene que ver con lo que se dona a causas sociales, sino con la manera en la que toman las decisiones para generar los ingresos de manera sostenible y honesta.

2.- La RSE no ha penetrado las políticas públicas. Al comenzar la crisis de 2008, hubo notables referencias a la RSE por los fallos de gestión empresarial. El G-20, en su reunión de Pittsburgh en 2009, reclamó más transparencia y regulación para las entidades financieras. Pero la salida de la crisis ha olvidado las lecciones que debimos aprender de su origen. Las políticas públicas de fomento de la RSE nunca llegaron a ser importantes y hoy son testimoniales. La ecuación competitividad-responsabilidad no preside las políticas para la modernización económica o para la innovación social. Las administraciones públicas que practican la RSE en el seno de sus actividades son la excepción, no la regla.

3.- La credibilidad social de la RSE ha descendido por la crisis financiera. Las expectativas abiertas a comienzos de siglo se han atenuado enormemente. Muchos ciudadanos atribuyen a empresas y directivos, comportamientos poco responsables e incoherentes con las proclamas de RSE de sus marcas. En toda Europa las condiciones de trabajo empeoran. El paro (especialmente entre jóvenes y mujeres), el incremento de las desigualdades, la reducción del gasto en protección social, han generado un clima de desafecto social al sistema institucional, que ha reducido la empatía con las compañías. Todo ello pone en duda el potencial de la RSE como base de una economía más social o, como algunos todavía pretenden, de una Economía del Bien Común.

4.- A pesar de que la RSE es un instrumento voluntario, los principales avances se han producido por la ley y la autorregulación. El reporte de información no financiera (temas ambientales, sociales y relativos al personal; respeto de derechos humanos; lucha contra corrupción y soborno; cadena de suministro,…) se ha acelerado por la Directiva Europea sobre información no financiera y diversidad, (recientemente traspuesta en España por un Decreto Ley). La involucración del Consejo de Administración es consecuencia de la Ley  de Sociedades de Capital,(que atribuye al Consejo la responsabilidad indelegable de la política de RSE, control y supervisión incluidos) y del Código de Buen Gobierno. La responsabilidad penal de los administradores por inadecuada gestión y el refuerzo de las áreas de cumplimiento se ha impulsado con la Reforma del Codigo Penal. Y la incorporación de las cláusulas sociales en los Contratos Públicos se ha consolidado con la Ley de Contratos del Sector Público.

5.- El  Consejo Estatal de la Responsabilidad Social Empresarial, CERSE, creado en 2008, ha sido “congelado”. La Estrategia Española de RSE 2014-2020 aprobada por el Ministerio de Empleo es un conjunto de recomendaciones genéricas sin potencial para impulsar cambios diferenciales. Una política de estímulo a la RSE debería contemplar medidas para potenciar el papel de los stakeholders (consumidores, inversores, medios de comunicación, compras públicas, etc). Se ha dicho que la RSE no avanzará si no hay una sociedad exigente y una ciudadanía responsable. Pero esos valores no surgen por generación espontánea, sino como consecuencia de políticas integrales que las fomentan.

6.- La “cultura RSE” ha recorrido espacios sociales muy estimables. En la academia, la formación ha evolucionado positivamente. La sociedad civil, sindicatos, ONG, consumidores, medios de comunicación, etc., han acogido la idea con interés desigual. El sector profesional -consultores, responsables de RSE, etc.- ha crecido al amparo de una fuerte demanda durante los primeros años, aunque se ha atenuado últimamente. Sin embargo, el mundo empresarial, salvo excepciones, no ha liderado este movimiento y sus organizaciones representativas han mostrado desinterés, cuando no rechazo, a las nuevas demandas de RSE.

Líneas de avance

Hasta aquí, el balance. Queremos ahora proponer unas líneas de avance para la RSE que conviene recordar. Son éstas:

1.- Es necesario promover la incorporación de políticas y principios de RS en las aulas y, singularmente, en el proceso de toma de decisiones (Gobierno Corporativo y cultura empresarial) de las empresas y las instituciones para conseguir su necesaria transformación en organizaciones ciudadanas. Mas allá del cumplimiento de la ley, hay un horizonte ético de responsabilidad sin el cual la vida en común es, y así será si no lo remediamos, imposible.

2.- Combatir y castigar la corrupción y profundizar en la transparencia. La corrupción es el principal enemigo del Estado Social y Democrático de Derecho, de la economía de mercado y de la innovación. Además del impacto negativo de la corrupción en el PIB -que la Universidad de Las Palmas ha evaluado en 39.500 M€- esta lacra mata la Innovación, destruye la competitividad y corrompe la democracia. La transparencia no solo es hoy un imperativo social sino, ademas de una obligación, el mejor antídoto contra la propia corrupción.

3.- Combatir la desigualdad. Aunque la pobreza se ha reducido globalmente, la desigualdad ha aumentado. La  pobreza en España aumentó 14 puntos entre la población en riesgo de exclusión social, debido a la disminución de los ingresos medios y la pérdida de poder adquisitivo, en particular por la contracción de las rentas del trabajo. En términos empresariales, la desigualdad se hace patente en las diferencias salariales: las mujeres cobra
un 22 por ciento menos que sus compañeros varones y, según datos de Intermon Oxfam, un primer ejecutivo de una empresa del IBEX-35 gana 112 veces el sueldo medio de la compañía, y 207 veces el sueldo más bajo.

4.- Promover una fiscalidad transparente libre de paraisos fiscales. La evasión de impuestos limita el gasto social, reduce la financiación de infraestructuras, genera competencia desleal, redirecciona la inversión extranjera hacia otros territorios y perjudica a las rentas más bajas.   Afortunadamente, ya están surgiendo nuevas exigencias de información fiscal tras la entrada en vigor del Informe Fiscal/ País, establecido por la iniciativa BEPS2 de la OCDE y el G20, y el Parlamento Europeo está impulsando nuevas exigencias legales que obliguen a grandes empresas a reportar sus contribuciones tributarias a nivel país.

5.- Abordar los nuevos debates éticos que plantea la robotización y la Inteligencia Artificial. Ya no hay estrategias digitales de RS sino estrategias de RS en un mundo digital. La RSE debe ayudar a dar respuesta a algunos interrogantes: ¿Cómo se abordará la sustitución de mano de obra humana por robots? ¿Cómo reducir las desigualdades por acceso a la tecnología y a la educación en nuevas competencias? ¿Cómo protegernos de los algoritmos con sesgos discriminatorios? ¿Cómo mantener el control humano sobre la inteligencia artificial?…

6.- Generar un sistema legal internacional de protección y cumplimiento de las convenciones internacionales de Derechos Humanos. La descentralización productiva a países con instituciones democráticas socialmente débiles, y los impactos de la industria extractiva de recursos naturales, están generando una gravísima problemática sociolaboral y medioambiental en  demasiados países. Los planes nacionales para implementar los Principios Rectores de Naciones Unidas son demasiado voluntaristas y los acuerdos sectoriales de grandes empresas, o no existen o no funcionan.

7.- Impulsar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Los ODS han servido para definir la agenda de desarrollo hasta el año 2030. Suponen un compromiso holistico de cambio de modelos de negocio, coherencia de políticas públicas y de alianzas público privadas. Representan la Nueva Era de la RSE… y son nuestro objetivo común. Solo hace falta trabajo conjunto y voluntad política, y ya hemos “perdido” casi tres años…

Fuente: https://diarioresponsable.com

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