Asesinadas, esclavizadas y mutiladas: este es el vergonzoso mapa de la violencia contra las mujeres en el mundo

Asesinadas, esclavizadas y mutiladas: este es el vergonzoso mapa de la violencia contra las mujeres en el mundo

«La oscuridad, el agujero, el abismo vuelven de pronto, solo un instante. […] Aguanta la lágrima que está a punto de salir porque no puede evitar recordar que la rompieron por dentro, dejándola sin cuerpo y sin alma».

Este fragmento es solo una de las muchas historias —muy reales, tal vez demasiado— que recopila la Asociación de Mujeres Juezas de España en Hijas del miedo y otros relatos de violencia de género (Península, 2024). Pero bien podría ser de cualquiera de las 40 asesinadas este año en nuestro país, según el Ministerio de Igualdad, por sus parejas o exparejas.

Aunque también podría ser la historia de las mujeres detrás de las 10.010 denuncias por delitos contra la libertad sexual presentadas en España. Una cifra oficial que solo contabiliza los casos entre enero y junio de 2024.

Al hacer zoom out en el mapa del mundo, el resultado tampoco es mucho más halagüeño para las mujeres. Según Naciones Unidas, una de cada tres ha experimentado en algún momento violencia física o sexual.

Además, UNICEF asegura que más de 650 millones de mujeres vivas hoy en día se casaron siendo niñas. Cada año, al menos 12 millones de menores contraen matrimonio antes de los 18.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 230 millones de mujeres y niñas vivas en la actualidad han sufrido mutilación genital femenina en los 30 países de África, Oriente Medio y Asia en los que se utiliza esta práctica preislámica.

En el caso de la trata de personas, Naciones Unidas lo tiene claro: el 60% de las víctimas globales son mujeres o niñas. Lo mismo sucede con la explotación sexual, con el 64% y el 27%, respectivamente.

Eso sí, es cuanto menos complicado estimar el número real de casos a nivel global, ya sea de violencia sexual, física, trata o inclusio matrimonios forzados o mutilación. La realidad es que no todos los países los contabilizan —o penalizan—. Ni siqueira todos enienden por violencia machista lo mismo.

La violencia tiene género
En 2024, las mujeres de todo el mundo siguen enfrentándose a una dura realidad: las discriminan, violentan, esclavizan, mutilan, violan y asesinan por el simple hecho de haber nacido y sido socializadas en base a un género determinado.

Y es que, tal y como definen desde Ayuda en Acción, «la violencia contra las mujeres es un acto sexista que produce cualquier tipo de daño físico, psicológico o emocional y se traduce en el maltrato verbal o físico en cualquier contexto». Se trata, alertan desde ONU, de «una de las violaciones más generalizadas de los derechos humanos».

Tipos de violencia

La ONU identifica los siguientes tipos de violencia machista:

  • Económica: lograr la dependencia financiera de otra persona a través del control total sobre sus recursos económicos.
  • Psicológica: provocar miedo a través de la intimidación; se puede infligir de manera directa o indirecta (amenazando a parejas, hijos, mascotas o bienes). Se traduce en un aislamiento forzado del resto de aspectos de la vida.
  • Emocional: minar la autoestima de una persona a través de críticas constantes, infravalorar sus capacidades, insultarla o someterla a otros tipos de abuso verbal, dañar la relación de una pareja con sus hijos, familia o amistades.
  • Física: causar —o intentarlo— daño a una pareja golpeándola, quemándola, agarrándola… denegándole atención médica u obligándola a consumir alcohol o drogas, así como empleando cualquier otro tipo de fuerza física contra ella.
  • Sexual: obligar a participar en un acto sexual sin consentimiento, promover la cultura de la violación, la explotación sexual, la violación correctiva (aquella perpetrada contra una persona por su orientación sexual o identidad de género) o el acoso.

Algunas prácticas cometidas contra las mujeres, como la prostitución forzada, la trata o la mutilación genital femenina, están atravesadas por múltiples violencias.

Rocío Calvo, enfermera y matrona de Médicos Sin Fronteras (MSF), y portavoz de la oenegé este 25-N, recuerda una idea básica, pero que a veces se olvida: «Hay violencia contra las mujeres en el momento en el que el patriarcado está profundamente arraigado en nuestra sociedad y en la mayoría de sociedades del mundo». Esto es, ningún país se libra.

Porque, como escribía la pensadora feminista Nuria Varela en Feminismo para principiantes (B de Bolsillo, 2005), «la violencia es el arma por excelencia del patriarcado». Y la de género es «la máxima expresión del poder que los varones tienen o pretenden mantener sobre las mujeres».

Para más inri, la violencia machista —que incluye todas las mencionadas hasta ahora— está «socialmente invisibilizada, legitimada y naturalizada» en gran parte de contextos. Aunque, cierto es que ahora algunos tipos de violencia se observan con lupa.

Legislación ‘violeta’

Según ONU Mujeres, hoy 193 países abordan en su legislación, de alguna manera, la violencia por cuestión de género. En total, habría 1.583 normativas diferentes en todo el mundo.

Estas abordan la violencia doméstica o en el seno de la pareja (354), cualquier tipo de violencia machista (322), la sexual (272), el tráfico de seres humanos (242), el acoso sexual (156), la mutilación genital femenina (76), el matrimonio infantil o forzado (75), el acoso (43), otras prácticas dañinas (27) o el feminicidio (16).

Asimismo, el 95% de estos mecanismos institucionales para luchar contra la violencia machista se habría establecido tras la adopción de la Declaración de Beijing en 1995.

Pese a que los esfuerzos por acabar con las violencias machistas no dejan de aumentar, el problema está, según ONU Mujeres, en que tan solo una de cada diez acciones de prevención van dirigidas específicamente a los hombres y los niños.

El caso de España

En lo que a legislación se refiere, España es pionera en su lucha contra el machismo a través de la Ley Integral contra la Violencia de Género, que el próximo 28 de diciembre cumple 20 años. Fruto del trabajo de décadas, abarca, tal como expone el BOE, «todo acto de violencia física, psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación de libertad».

Su objetivo, explica su Título Preliminar, es establecer «medidas de protección integral cuya finalidad es prevenir, sancionar y erradicar esta violencia», así como prestar asistencia a las supervivientes, además de a menores y tutelados. Todo ello con la premisa de actuar contra «la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres».

Malas noticias, en femenino

Unos países avanzan en una línea —más o menos— recta hacia la igualdad, como ocurre con Colombia, donde recientemente se ha prohibido el matrimonio infantil. Mientras otras opta por dar media vuelta y suprimir logros fruto de décadas de lucha.

Este 2024, Afganistán, Irak y Estados Unidos han sido los grandes retractores en su legislación violeta.

Afganistán. Desde que los talibanes tomaron el poder en agosto de 2021, las afganas han desaparecido. A partir de los 11 años acceder a la educación no es una posibilidad, aunque el golpe final llegó este verano, cuando una nueva ley prohibía a las mujeres no solo exponer su cuerpo en público, bajo ninguna circunstancia, sino su propia voz. Así, ya no pueden hablar, reírse o cantar en público.

Irak. Una nueva enmienda propuesta el 11 de agosto amenaza con revertir significativamente los derechos de las niñas. En concreto, este proyecto de ley podría permitir que las menores de tan solo 9 años se casen. La legislación actual determina que las personas pueden contraer matrimonio a partir de los 18 años, o 15 si es previa aprobación judicial.

EEUU. Desde que en 2022 se derogase la ley Roe vs Wade, que defendía el derecho al aborto, un creciente número de estados han ido prohibiendo la interrupción voluntaria del embarazo. Este 2024 son 21 los que prohíben o restringen este derecho.

Los estadounidenses, además, han devuelto a la Casa Blanca a Donald Trump, acusado (por docenas de mujeres) por acoso y abuso sexual, y condenado por difamar y abusar sexualmente de la escritora E. Jean Carroll.

Los derechos amenazados

Con la vista puesta en lo que ocurrirá en EEUU cuando Trump regrese al despacho oval, el mundo observa con cierto pavor los intentos de retroceso en un derecho tan vital para las mujeres como su capacidad de decidir sobre sus propios cuerpos. Y es que el estadounidense no es el único que cuestiona el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo.

Uno de sus fieles, el argentino Javier Milei, ha puesto el foco en una de las grandes victorias de las pibas, las feministas que consiguieron «hacer ley» el derecho al aborto en 2021. En febrero de este mismo año, el presidente llevaba al Congreso una propuesta para penalizarlo, aunque —por el momento— está bloqueada.

El Salvador sería uno de los mejores ejemplos para entender por qué la prohibición del aborto también es violencia. En el país latinoamericano la interrupción voluntaria del embarazo está penada. Lo que fuerza a menores y supervivientes de violación a gestaciones forzadas o a acudir a la clandestinidad.

Las leyes relacionadas con el aborto son fundamentales para cuidar de la salud sexual y reproductiva de mujeres y niñas. Y es que afectan directamente a su bienestar y a otros aspectos sanitarios. Como recuerda Rocío Calvo, de MSF, «hay un sentir generalizado de que las mujeres no pueden hacerse cargo de su salud, lo que genera una actitud paternalista en todos los sistemas sanitarios».

Las violencias que se dan la mano

Calvo sabe de lo que habla, pues es matrona en España, pero ha trabajado en diferentes países sobre el terreno con MSF. Y asegura que, en general, a las mujeres se las suele «infantilizar» en consulta, además de «ejercer sobre ellas autoritarismo» e, incluso, «técnicas sin consencitmiento ni analgesia».

Todo esto forma parte de otro tipo de violencia machista, la sanitaria, que abarca desde la salud sexual y reproductiva hasta el embarazo, el parto o el posparto. Calvo insiste en que «la violencia obstétrica está muy relacionada con la sexual, pues en ambas se considera a la mujer como un anexo, como un objeto». Así, las violencias se intercalan y se dan la mano.

«La oscuridad, el agujero, el abismo vuelven de pronto, solo un instante. […] Aguanta la lágrima que está a punto de salir porque no puede evitar recordar que la rompieron por dentro, dejándola sin cuerpo y sin alma».

Este fragmento es solo una de las muchas historias —muy reales, tal vez demasiado— que recopila la Asociación de Mujeres Juezas de España en Hijas del miedo y otros relatos de violencia de género (Península, 2024). Pero bien podría ser de cualquiera de las 40 asesinadas este año en nuestro país, según el Ministerio de Igualdad, por sus parejas o exparejas.

Aunque también podría ser la historia de las mujeres detrás de las 10.010 denuncias por delitos contra la libertad sexual presentadas en España. Una cifra oficial que solo contabiliza los casos entre enero y junio de 2024.

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Además, UNICEF asegura que más de 650 millones de mujeres vivas hoy en día se casaron siendo niñas. Cada año, al menos 12 millones de menores contraen matrimonio antes de los 18.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 230 millones de mujeres y niñas vivas en la actualidad han sufrido mutilación genital femenina en los 30 países de África, Oriente Medio y Asia en los que se utiliza esta práctica preislámica.

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En el caso de la trata de personas, Naciones Unidas lo tiene claro: el 60% de las víctimas globales son mujeres o niñas. Lo mismo sucede con la explotación sexual, con el 64% y el 27%, respectivamente.

Eso sí, es cuanto menos complicado estimar el número real de casos a nivel global, ya sea de violencia sexual, física, trata o inclusio matrimonios forzados o mutilación. La realidad es que no todos los países los contabilizan —o penalizan—. Ni siqueira todos enienden por violencia machista lo mismo.

La violencia tiene género

En 2024, las mujeres de todo el mundo siguen enfrentándose a una dura realidad: las discriminan, violentan, esclavizan, mutilan, violan y asesinan por el simple hecho de haber nacido y sido socializadas en base a un género determinado.

Y es que, tal y como definen desde Ayuda en Acción, «la violencia contra las mujeres es un acto sexista que produce cualquier tipo de daño físico, psicológico o emocional y se traduce en el maltrato verbal o físico en cualquier contexto». Se trata, alertan desde ONU, de «una de las violaciones más generalizadas de los derechos humanos».

El caso de España
En lo que a legislación se refiere, España es pionera en su lucha contra el machismo a través de la Ley Integral contra la Violencia de Género, que el próximo 28 de diciembre cumple 20 años. Fruto del trabajo de décadas, abarca, tal como expone el BOE, «todo acto de violencia física, psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación de libertad».

Su objetivo, explica su Título Preliminar, es establecer «medidas de protección integral cuya finalidad es prevenir, sancionar y erradicar esta violencia», así como prestar asistencia a las supervivientes, además de a menores y tutelados. Todo ello con la premisa de actuar contra «la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres».

Los derechos amenazados

Con la vista puesta en lo que ocurrirá en EEUU cuando Trump regrese al despacho oval, el mundo observa con cierto pavor los intentos de retroceso en un derecho tan vital para las mujeres como su capacidad de decidir sobre sus propios cuerpos. Y es que el estadounidense no es el único que cuestiona el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo.

Uno de sus fieles, el argentino Javier Milei, ha puesto el foco en una de las grandes victorias de las pibas, las feministas que consiguieron «hacer ley» el derecho al aborto en 2021. En febrero de este mismo año, el presidente llevaba al Congreso una propuesta para penalizarlo, aunque —por el momento— está bloqueada.

El Salvador sería uno de los mejores ejemplos para entender por qué la prohibición del aborto también es violencia. En el país latinoamericano la interrupción voluntaria del embarazo está penada. Lo que fuerza a menores y supervivientes de violación a gestaciones forzadas o a acudir a la clandestinidad.

Las leyes relacionadas con el aborto son fundamentales para cuidar de la salud sexual y reproductiva de mujeres y niñas. Y es que afectan directamente a su bienestar y a otros aspectos sanitarios. Como recuerda Rocío Calvo, de MSF, «hay un sentir generalizado de que las mujeres no pueden hacerse cargo de su salud, lo que genera una actitud paternalista en todos los sistemas sanitarios».

Las violencias que se dan la mano

Calvo sabe de lo que habla, pues es matrona en España, pero ha trabajado en diferentes países sobre el terreno con MSF. Y asegura que, en general, a las mujeres se las suele «infantilizar» en consulta, además de «ejercer sobre ellas autoritarismo» e, incluso, «técnicas sin consencitmiento ni analgesia».

Todo esto forma parte de otro tipo de violencia machista, la sanitaria, que abarca desde la salud sexual y reproductiva hasta el embarazo, el parto o el posparto. Calvo insiste en que «la violencia obstétrica está muy relacionada con la sexual, pues en ambas se considera a la mujer como un anexo, como un objeto». Así, las violencias se intercalan y se dan la mano.

La lucha de Nahia contra la violencia obstétrica que España niega: «Mi parto fue una película de terror»
La violencia obstétrica —o ginecológica, si no hay embarazo de por medio—, explica, sería «cualquier conducta, actitud o acto, realizado por un profesional sanitario (hombre o mujer) hacia una paciente, que es violento o percibido como tal». Y esto, recuerda, ocurre en todo el planeta: tanto en los países más avanzados en temas de igualdad como en los menos.

Simplemente, en unos se visibiliza de una manera más «obvia» y en otros, «más sutil». Y pone un ejemplo: «Una exploración vaginal no se puede realizar sin dar explicaciones sobre lo que la paciente va a notar». Especialmente, matiza, «si ha sufrido una agresión sexual». En ese caso, una exploración rutinaria puede convertirse en un «detonante» que convierta la consulta en una situación violenta.

Lo que no se ve

El psiquiatra Viktor Frankl narraba en su obra El hombre en busca del sentido (Heder, 2015) el proceso de deshumanización que sufrieron los prisioneros de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Algunos expertos —que no todos— dicen que las mujeres víctimas de violencia machista experimentan un recorrido similar de «transición obligada».

Nuria Mateos de la Calle, psicóloga forense en los Juzgados de Violencia sobre la Mujer, prefiere no meter a todas las víctimas en un mismo saco y lo explica: «No hay un perfil de mujer maltratada. Cada una tiene sus propias maneras de salir adelante, y eso está realcionado con cómo es y sus vivencias».

Por eso, insiste, «no podemos decir que todas las mujeres vayan a tener el mismo camino ni la misma sintomatología». Asegura que «no todas tienen por qué sufrir después, depende de sus habilidades» o, incluso, hay quienes «no se pueden permitir tener una depresión porque tienen que salir adelante».

Motivo por el que, para ella, la clave está en «personalizar cada caso y vivirlo en cada persona, porque si vamos buscando un perfil van a haber muchas cosas que nos vamos a perder». Por ello, subraya la importancia de que cada mujer «tenga su espacio para poder conocerlo y volver a reconstruirlo».

La denuncia (en España)

Si algo tienen en común las víctimas de violencia machista es la casi imposibilidad de recibir apoyo externo de cara a la denuncia, porque, indica Materos de la Calle, «el maltratador controla a familiares y amistades». Y es que a través de los abusos constantes, las mujeres pierden su autoestima, lo que termina haciendo que «sus decisiones no tengan fuerza, validez e incluso duden de sí mismas».

A esto se suma, cuenta la psicóloga forense, que tienden a pensar que «el maltratador puede cambiar y que son ellas las que pueden conseguirlo». Todo por el vínculo emocional que les une, porque no se trata de un cualquiera, «son personas a las que han querido y quieren».

Los hijos es otra de las casuísticas que puede tornar —o no— la balanza hacia la denuncia. Y lo explica: «Es muy difícil porque siempre va a haber un lazo de unión con esa persona. […] También es el miedo y la culpa por quitarle a esos niños a su padre». En esta decisión, el tipo de control y el tiempo durante el que este ha sido ejercicio es determinante.

Pero la denuncia no es la solución final, porque «las mujeres todavía no están protegidas». La protección, cuenta Mateos de la Calle, «depende del maltratador». Es decir, «si no quiere acercarse, la mujer va a estar protegida, pero como se acerque, la víctima sigue sola y en el momento en el que no está segura, no puede seguir haciendo su vida».

Además, asegura, «los procesos pueden durar hasta cuatro años, mientras que las mujeres no tienen ninguna seguridad». En concreto, en lo que llevamos de 2024, han sido nueve las víctimas mortales por violencia de género con una o más denuncias previas. Por ello, insiste la psicóloga forense, «no se sienten liberadas porque no se sienten seguras».

Por todo esto, se podría decir que son mil y uno los tipos de violencia machista que existen. Antes, recuerda Mateos de la Calle, «las quemaban en la hoguera» y ahora, aunque con una evolución estructural, esa idea sigue latente.

Porque, concluye, «el machismo simplemente va cambiando, no va disminuyendo esta violencia, sino que evoluciona con la sociedad».

Fuente: https://www.elespanol.com/

Otras Fuentes

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