La discriminación en el trabajo, otra forma de violencia de género

La discriminación en el trabajo, otra forma de violencia de género

¿Qué sucede cuando la violencia contra la mujer tiene lugar en el propio lugar de trabajo? Parece haber mucha distancia desde los comentarios hasta el acoso sexual, pero ambas situaciones tienen elementos comunes.

El 25 de noviembre se celebra el Día mundial por la erradicación de la violencia contra la mujer. Son muchas, desgraciadamente, las asignaturas pendientes para que la mitad del género humano deje de estar en situación de vulnerabilidad frente a la otra mitad. Muchas de esas cuestiones por abordar se dan en el ámbito del trabajo, donde las mujeres, además de seguir ganando menos y teniendo menos posibilidades de promoción -lo que para muchos significa una violencia estructural-, siguen sufriendo comentarios y actitudes sexistas por parte de sus compañeros varones. El acoso laboral por razón de sexo y el acoso sexual estarían en lo más alto de una escala que admite muchos grados intermedios de violencia.

“Las empresas son un reflejo de la sociedad patriarcal. Menosprecian a las mujeres y eso se ve reflejado en la discriminación que sufren, tanto en salario como en acceso o la promoción. Este desprecio hacia las mujeres es una conducta machista que tiene consecuencias graves en la vida de las mujeres”, explica la socióloga, activista y consultora de género Ángeles Briñón.

Esta conducta machista en el trabajo se traduce en que “contratar a mujeres para puestos que han sido considerados tradicionalmente ‘de mujeres’ es una forma extendida de machismo”, señala Briñón. “Por ejemplo, se contrata a una mujer como secretaria y se espera de ella, de forma más o menos explícita, que cumpla tareas más allá de las profesionales, por ejemplo, servir el café o realizar tareas personales para el jefe”.

Según un estudio publicado en la revista Psychology of Women Quarterly, la mayor parte de las prácticas machistas dentro del ámbito laboral pueden englobarse dentro de lo que se ha dado en llamar ‘micromachismos’, lo cual no quiere decir que sean menos perniciosos para las mujeres que otras prácticas descritas directamente y sin prefijos como machistas. Dentro de esta ‘violencia de baja intensidad’, que cala como una lluvia fina pero constante, entra el uso continuado de lenguaje machista, ignorar o devaluar a las mujeres en reuniones o la justificación de la ausencia de mujeres en puestos directivos.

Entre los micromachismos entra el uso continuado de lenguaje machista, ignorar o devaluar a las mujeres en reuniones o la justificación de la ausencia de mujeres en puestos directivos.

El mencionado trabajo señala que estas prácticas resultan tan perjudiciales para el bienestar de las mujeres en el trabajo como otras formas aparentemente más graves de maltrato laboral. Según los autores, “las organizaciones deben tener tolerancia cero y actuar de misma manera que lo hacen con acoso sexual” para evitar que estas conductas se perpetúen y formar a los trabajadores “sobre el carácter nocivo de este tipo de actitudes”. Es la única manera, explican, de acabar con el “clima organizacional sexista”, que no solo afecta a las mujeres, sino a todas las personas que trabajan en ella.

En España, la violencia machista en el ámbito laboral está mucho más extendida de lo que puede dar a entender las estadísticas, según recoge el abogado y experto en derecho del trabajo José María Uris en su tesis doctoral. Según recuerda este jurista, el asunto no entra dentro de las atribuciones de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, ya que esta que se limita a las agresiones que sufren las mujeres en el seno de la pareja. Además de producir desprotección legal frente a ciertas situaciones, esto redunda en la escasez de datos oficiales.

Acoso sexual en el trabajo

Uno de los estudios más completos al respecto lo llevó a cabo el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales en 2006 y estaba centrado, sobre todo, en el acoso sexual en el trabajo. Ese análisis destacaba que un 23,7% de las mujeres en España afirmaban sentirse violentadas en el trabajo por chistes de contenido sexual, calificados por los autores como ‘acoso leve’. Sin embargo, este informe también reflejaba que, dentro de la categoría de ‘acoso grave’, más de un 4% de las mujeres referían haber sufrido comentarios, preguntas e insinuaciones sobre su vida sexual en su puesto de trabajo.

Más allá del acoso laboral, este estudio detectaba una alta prevalencia de otros tipos de violencia. Las mujeres que participaron en este estudio mostraron una alta percepción de inestabilidad e inseguridad laboral (el 52,3% de las mujeres entrevistadas con contrato temporal consideran que su puesto es poco o nada seguro), además, el 18,6% de las mujeres entrevistadas declaró sentirse discriminada en su trabajo por el hecho de serlo.

Las situaciones de discriminación más habituales señaladas hacen referencia a menores sueldos en puestos de la misma categoría (31%), la dificultad de acceso a puestos de mayor nivel (29,1%), la asignación de tareas menos cualificadas (21,3%), trato verbal discriminatorio (16,1%) y mayores dificultades en sectores masculinizados (14,2%).

La consultora de género Ángeles Briñón explica que estos problemas son más frecuentes y más difíciles de abordar en las pequeñas empresas. “El acoso sexual y el acoso por razón de sexo se dan de forma diferente en función del tamaño de la empresa y las consecuencias son diferentes”, explica. “Mientras en una multinacional puede encontrar apoyo, en una pyme es más complicado, dada la cercanía entre la dirección y el personal”.

Según detalla esta socióloga y activista, “cada vez hay más empresas, en general multinacionales, que se están tomando en serio la igualdad de género y este es el mejor camino para erradicar las actitudes machistas. Medidas claras y concretas cuando se produce acoso o discriminación es la mejor manera de eliminar el machismo en el entorno laboral”.

“Medidas claras y concretas cuando se produce acoso o discriminación es la mejor manera de eliminar el machismo en el entorno laboral”. Ángeles Briñón, socióloga, activista y consultora de género.

Desde la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se trabaja a través de cuatro ejes para erradicar estos comportamientos. Según desgranó el secretario general de esta agencia dependiente de las Naciones Unidas, Guy Ryder, en un reciente discurso, si las autoridades públicas quieren “poner fin a la violencia de género en el mundo del trabajo”, tienen que “tomar en consideración” cuatro cuestiones:

  1. La legislación y los mecanismos de aplicación en materia de derecho laboral deben ser coherentes y eficaces, con miras a la entrada en vigor de leyes de naturaleza proactiva y mecanismos específicos de presentación de denuncias que ejerzan un efecto disuasorio.
  2. Los códigos del trabajo y el derecho penal, civil o de familia, así como otros cuerpos legislativos, deben ser coherentes entre sí y no sólo contemplar sanciones, sino también prever incentivos para reforzar la lucha contra la violencia en el trabajo.
  3. Se deben eliminar los obstáculos para que las mujeres tengan acceso a la justicia, incluida la justicia laboral.
  4. Se debe prestar una atención especial a la economía informal, que emplea a numerosas mujeres, a menudo de manera oculta y desprotegida.

Las autoridades españolas han hecho acuse de recibo, y, por su parte, el Ministerio de Trabajo, a través de su página web, ofrece información para que las mujeres que sufren este tipo de situaciones puedan, primero, conocer que están siendo víctimas de un abuso por razón de sexo y, a continuación, saber cómo protegerse y denunciar. Es una información muy extensa, pero centrada sobre todo en los casos que pueden englobarse dentro de la categoría de ‘acoso’.

¿Cómo acabar con el micromachismo laboral?

En el caso de los micromachismos en el ámbito laboral, cabe preguntarse cómo enfrentarse a un problema que parece estar todavía fuera del radar de las administraciones públicas, y que, para muchas personas, ni siquiera es percibido como un problema. Los chistes y los comentarios aún no entran en la categoría de lo reprochable en ciertos ámbitos.

En Estados Unidos la respuesta ha llegado de la mano de una red social,InHerSight.com, que recoge valoraciones de las distintas empresasy organizaciones en materia de machismo. Según su creadora, Ursula Mead, el objetivo es que se convierta en una herramienta válida en todo el mundo. “Hemos recibido solicitudes para hacerlo a nivel internacional y esperamos conseguirlo pronto”, afirma. Su idea, asegura, es servir de base a un necesario debate social sobre la igualdad laboral.

En Reino Unido, se ha puesto en marcha una iniciativa semejante, Everyday Sexism (sexismo cotidiano). El concepto de esta web es recoger los testimonios enviados por mujeres de todo el planeta en el que estas relatan episodios de machismo vividos en primera persona. Su fundadora, Laura Bates, menciona uno de los testimonios que más le irrita. Muchas participantes relatan haberse encontrado con la respuesta por parte de compañeros: “Las mujeres que han decidido trabajar no pueden quejarse”.

Violencia estructural: maternidad y salarios

Para Bates también es violencia obligar a elegir a las mujeres entre su vida familiar y personal. En este sentido, Briñón recuerda que “ser madre penaliza a las mujeres en el mercado laboral, tanto en el acceso, en la permanencia o en la promoción”. Las declaraciones del presidente de la CEOE, Juan Rosell, señalando que “la incorporación de las mujeres al mercado laboral es un problema”, o las que realizó hace unos años la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica Oriol, diciendo que no contrataría a mujeres entre los 25 y 45 años, debido a la probabilidad de que se queden embarazadas y no le den todo a sus empresas, entrarían dentro de lo que más irrita a Laura Bates.

“Ser madre penaliza a las mujeres en el mercado laboral, tanto en el acceso, en la permanencia o en la promoción”. Ángeles Briñón, socióloga, activista y consultora de género.

 Pero no solo los empresarios españoles entran en esta categoría irritante. El CEO de Microsoft, Satya Nadella, en el marco de un evento por la inclusión de las mujeres en la industria tecnológica, les pidió a éstas que no demandaran aumentos de sueldo, utilizando para ello el argumento de que todo llega revestido de filosofía oriental. “No se trata de pedir un aumento, sino de saber y tener fe de que el sistema te recompensará adecuadamente a medida que lo merezcas. Es un asunto de buen karma”.

Sin embargo, el karma no parece estar funcionando bien últimamente y, con la crisis económica, esta energía mística parece escasear más que nunca para las mujeres trabajadoras. Según el informe Bajan los salarios, crece la desigualdad: el impacto de las diferencias salariales en los hogares, elaborado por Intermón Oxfam, las diferencias salariales entre hombres y mujeres han repuntado a lo largo de los últimos años. “La crisis económica ha provocado una devaluación generalizada de los sueldos, que han disminuido una media de 6,1% entre 2008 y 2014”.

Señala asimismo el informe que esta diferencia salarial “afecta especialmente a las mujeres trabajadoras, que ganan un 18,8% menos que los hombres. Esto significa que las mujeres trabajan 50 días más que los hombres para conseguir el mismo salario”. Puede que, para algunos, el hecho de que la mitad de la humanidad tenga que trabajar 50 días más que la otra mitad para ganar el mismo sueldo no sea violencia. Pero la parte agraviada cada vez es más consciente. Y es la mitad de la humanidad, por lo que los cambios son inaplazables e inexcusables.

Fuente: http://www.compromisoempresarial.com/

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