¿Los documentales ambientales tienen impacto cero? Así reduce su huella ecológica el séptimo arte
Dicen que cuando los astronautas de la misión Apolo 11 estaban en el espacio, los indios Navajos mandaron un mensaje a la luna con ellos. Estaba en su propio idioma y cuando se tradujo se descubrió que era una advertencia a quien estuviera ahí fuera.
Víctor Metellano, director de cine, se inspira en esta historia en su cortometraje Print the legend, que se presenta en el Another Way Film Festival (AWFF). El mensaje enviado al satélite de la Tierra en su cinta, dice, bien podría ser la advertencia que el propio cineasta hace sobre la huella de los rodajes: «Es muy normal, por ejemplo, encontrarte boquetes en el suelo que dejaron donde grabaron una película de acción».
Cada vez más, las producciones intentan reducir su impacto todo lo que fácticamente pueden, aunque no es fácil. Un grupo de trabajadores, medianamente grande, con más o menos utensilios, cámaras, luces y catering para los mismos operarios, dejan una huella; especialmente cuando la esencia del trabajo es usar el entorno como escenario.
Metellano explica que intenta que sus equipos sean reducidos para minimizar el impacto por transporte y las necesidades como comida o botellas de agua. Para él, dejar una huella mínima, también es una «inversión» para el futuro en las localidades que visitan.
«Beneficia al siguiente equipo que vaya a ir a la zona», dice Metellano, «Avisar de si van a haber explosiones, o un tránsito elevado de camiones y furgonetas». Y lo explica tan fácil como intentar adaptarse al entorno, y no al revés: «Si algo te estorba, no lo quites, muévete a otro lateral».
El impacto de la producción
Las producciones son la visualización de lo que el director imagina y, para ello, la realidad se adapta. Pero, como dice Metellano, depende de cómo sea el director para que el escenario se modifique en mayor o menor medida: «Cuando uno lleva el respeto por el entorno dentro, se aplica a todo el proceso».
La tecnología también ayuda. Gracias a los programas informáticos, gran parte de los ajustes se pueden hacer en postproducción. Ahora, los objetivos de las cámaras son mejores, necesitan menos iluminación y, las que lo necesitan, pueden funcionar con baterías. Es decir, se necesita una menor instalación eléctrica.
Cuando las producciones son pequeñas, como las de Metellano, hay un mayor control, pero cuanto mayor tamaño, más difíciles de controlar. Por el número de gente que trabaja, los sitios que se quiere visitar o el material que se necesita.
En ese sentido, Gatoverde Producciones es un buen ejemplo. Su proyecto estrella es la serie Hope! Todavía estamos a tiempo, que es una gran producción que requiere viajes por todo el mundo, horas de trabajo y personal de diferentes áreas.
«Nos hemos dado cuenta de que todo se puede minimizar, por ejemplo, utilizando equipos locales y haciendo que viaje el menor equipo posible y, evidentemente, con el medio de transporte que menor huella produzca», cuenta Nekane Etxarte, coproductora ejecutiva de Gatoverde. Pero ella sabe a la perfección no existe: «No podemos llegar a todo y a lo que no se llegue, tendremos que compensar».
La ironía es que precisamente los documentales con temática de soluciones a la crisis ambiental no se las apliquen. Por eso, Cristina Escobar, también coproductora de Gatoverde cree que «las soluciones deben venir tanto de productoras con temática medioambiental como en detalles en los contenidos, en nuestro caso audiovisuales, que normalicen el respeto al planeta».
En verano se habla de calor
Cuando se habla de personificar la crisis climática en las series y películas, se refiere a que si en una escena bajan la bolsa de basura, mejor que sean varias y se separen para reciclar. O si es una escena de verano en Madrid se hable del calor; que no sea el foco, pero que al menos se le haga un ‘guiño’.
En eso se centra el taller Another Narrativas del AWFF para intentar hacer el cine lo más creíble posible. Marta García Larriu, creadora y directora del festival, dice que para «normalizar lo que ya debería ser normal parece que primero hay que verlo en pantalla».
Reivindica el cine de no ficción, para que cumpla una la doble función de educar y entretener. Y usa el ejemplo de la película que estará en la apertura del festival, Made in Ethiopia, que cuenta la historia de tres mujeres enfrentadas en un parque empresarial chino en el país africano.
Grabada durante cuatro años por el cineasta y periodista británico Max Duncan, es un documental ficcionado o una ficción documentada. Y eso es lo que defiende García Larriu como muestra de lo que intenta conseguir: ser el trampolín de obras arriesgadas en la forma y el contenido para llevar la realidad de la forma más creíble.
Fuente: https://www.elespanol.com/
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