Dos datos, extraídos de dos tragedias: En el ciclón de Bangladés de 1991, el 90% de 150.000 personas que murieron fueron mujeres. ¿La razón? Estaban dentro de sus casas. Durante el huracán Katrina, en Nueva Orleans, las mujeres experimentaron una pérdida de ingresos media del 7% en el siguiente año. En el caso de las mujeres afroamericanas, un 14%.
Sobre ellas recae gran parte de la responsabilidad de producir y procesar alimentos y de garantizar el mantenimiento de sus hogares. Son, por ello, las que padecen de manera más profunda el impacto del clima extremo, la desaparición de los recursos del agua y la degradación de la tierra, según un informe de Naciones Unidas. Además, en muchos países de África, Asia y Latinoamérica, especialmente en las zonas rurales, son las mujeres las que desempeñan una parte importante de los trabajos agrícolas.
El estudio destaca otro factor: cuando los recursos escasean, son normalmente las mujeres quienes dan de comer en primer lugar a sus maridos e hijos antes que alimentarse a ellas mismas. Y cuando la contaminación del aire causa estragos en enfermedades como el asma, son habitualmente las madres las que se quedan en casa cuidando de los niños enfermos, menguando así su productividad y frenando el crecimiento de su carrera. «Para nosotros, el cambio climático es un asunto diario. Y las mujeres deben ser una parte de la solución», afirmaba recientemente Zandile Gumende, alcaldesa de Durban (Sudáfrica), en un artículo de The New York Times.
Gumede fue elegida el año pasado bajo las promesas de hacer frente a los problemas medioambientales de la región, así como de involucrar más a las mujeres en la búsqueda de soluciones. Según explica, las mujeres son más vulnerables a los efectos del cambio climático y tienen menos posibilidades de recibir una educación que les permita formarse como científicas, investigadoras o representantes de comités que tomen decisiones en materia de medio ambiente. En este sentido, su gobierno local se está asociando con universidades para asegurar que más mujeres obtengan títulos universitarios en ciencias.
Durban, una de las mayores ciudades de Sudáfrica, está lidiando con una tremenda sequía, al igual que el resto del país. La escalada de la urbanización y la industrialización, la contaminación de los camiones que entran y salen del puerto de la ciudad (el mayor del país) y los fluviales contaminados, exacerban el aumento de la crisis medioambiental.
«Hace unos años, el cambio climático era considerando algo sin género», afirma Naoko Ishii, directora ejecutiva de Global Enviroment Facility, una organización sin ánimo de lucro que trabaja en asuntos medioambientales.
Para Patricia de Lille, alcaldesa de Ciudad del Cabo, los asuntos de cambio climático constituyen una emergencia urbana. «Tenemos que combatir cada día el cambio climático», afirma. Entre otras iniciativas, la ciudad planea convertirse en la primera de África en usar autobuses eléctricos para su sistema de transporte público y antes de tres años pretende instalar más de 100.000 calentadores de agua solares en los tejados de las casas de Ciudad del Cabo. «La crisis nos ha brindado algunas oportunidades. En dos años hemos capacitado a unos 4.000 jóvenes para que sepan arreglar las fugas de tuberías». Y, a mayor escala, espera que para 2020 al menos un 20% de la energía de la ciudad provenga de fuentes renovables.
La conexión entre cambio climático y género trata también de asegurar que las mujeres desempeñen un papel determinante a la hora de fijar las agendas sobre la materia. Con el hito del Acuerdo de París, las mujeres trabajaron «en los puestos más altos y jugaron papeles cruciales», afirma Anne Hidalgo, alcaldesa de París y presidente de C40. «Cuando hombres y mujeres se sientan a trabajar juntos con diferentes experiencias, se obtienen buenos resultados. Hacemos cosas de forma más abierta que cuando los hombres trabajan solos».
De acuerdo con la regidora de Ciudad del Cabo, «la firma del Acuerdo de París fue la parte más fácil. Lo que sigue ahora es implementación, implementación e implementación. Después de este acuerdo, volví a mi ciudad y me aseguré de que cada departamento estuviera cubierto de consideraciones climáticas».
Por Carmen Gómez-Cotta
Fuente: http://ethic.es
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