“Cambia tu vida para cambiar el mundo”. Mahatma Gandhi
Esta inspiradora frase bien podría ser nuestra reflexión y propósito cada mañana. Si queremos cambiar algo y mejorarlo, tenemos que empezar por nosotros mismos y nuestro entorno.
Todos nos preguntamos cuáles son los nuevos retos de los Recursos Humanos. A veces no hace falta preguntarnos, lo vivimos cada día. Pero sin duda éste debería ser el primero: Transformar nuestras empresas para hacer un mundo mejor y más feliz para todos.
Tenemos que dar respuesta a nuevas necesidades como consecuencia de pertenecer a un mercado global y de enfrentarnos a una sociedad más exigente. Esto supone un esfuerzo de adaptación a esta nueva etapa de cambios. Hacen falta nuevas respuestas para una nueva realidad social.
Para afrontar estos retos, y no sólo adaptarnos al cambio, sino liderarlo, necesitamos apoyarnos en dos pilares fundamentales: El humanismo y la sostenibilidad empresarial.
Humanismo, porque en realidad nuestra misión fundamental es humanizar la empresa. Para esto hay que promover una vuelta al estudio de las humanidades y las ciencias sociales, que tienen mucho que ofrecer a la sociedad en lo que respecta a los grandes retos del siglo XXI.
Y la Responsabilidad social empresarial como herramienta para lograr el compromiso, el orgullo de pertenencia y la motivación de nuestras personas.
La responsabilidad social empresarial coherente y bien comunicada es la herramienta más poderosa para conseguir el compromiso que tanto anhelamos en las organizaciones. Las personas que forman parte de la empresa se sienten orgullosas de pertenecer a una compañía que hace bien las cosas, y que además, está atenta a las necesidades y al reconocimiento justo del trabajo de sus personas.
Es el momento de la Sostenibilidad, y parece que poco a poco nos vamos dando cuenta de la importancia de este término. Lo “sostenible” tiene que ver con tres aspectos fundamentales: temporal, económico y social.
La definición de sostenibilidad que aparece en el informe Brundtland (Our Common future, 1985) dice así: Desarrollo sostenible es aquél que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Lo más destacable de esta definición es la mirada hacia el futuro y el concepto de responsabilidad.
Y la pregunta que podemos hacernos es si nuestras estructuras de Recursos Humanos tienen en cuenta estos aspectos y si son realmente sostenibles.
Normalmente en nuestro trabajo, estamos sometidos a la tensión del cortoplacismo, y de esta manera es difícil poder pensar en el desarrollo sostenible.
Diríamos, parafraseando el refranero español, que Los árboles no nos dejan ver el bosque. La exigencia de los resultados a corto plazo no nos permite mirar hacia el futuro. Así no podemos tener una visión global de nuestro trabajo y muchas veces perdemos de vista nuestro objetivo.
Y ¿cuál es en realidad nuestro objetivo? Pues ni más ni menos que ocuparnos de los asuntos humanos. Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará?
Los Recursos Humanos tienen que estar orientados a garantizar la triple cuenta de resultados, el famoso triple bottom line, término que acuñó John Elkington en 1997, y que hace referencia a nuestro impacto en la economía, la sociedad, y el planeta. La sostenibilidad consiste en garantizar este triple objetivo: alineados con los objetivos de crecimiento empresarial y sin perder de vista nuestra misión humana.
Esta es la visión global que no debemos perder de vista. El blanco hacia el que apuntamos.
Nuestra verdadera misión es humanizar la empresa y ayudar al crecimiento empresarial. Todos nuestros actos y nuestras decisiones tienen que tener en cuenta nuestro impacto en el desarrollo sostenible de nuestra compañía.
Nuestras empresas crecen, y con ellas han de crecen las personas. No basta con crear empleo, el reto es que el empleo que ofrecemos sea excelente. La creación de un mejor lugar de trabajo para nuestros colaboradores, o de “el mejor lugar de trabajo” ha de ser uno de nuestros primeros objetivos.
Es fácil perder esta visión en nuestro día a día lleno de rutinas, y a veces de improvisaciones. Pero es necesaria una estrategia, una línea de actuación que mire hacia el futuro y que busque esa excelencia de la que tanto se habla últimamente.
La clave del buen funcionamiento de lo que entendemos por Recursos humanos consiste en su visión de totalidad dentro de la empresa. Es cada vez más necesario contar con profesionales que posean esta visión global y compleja, que en realidad no es nueva, sino humanística.
“La crisis” famosa de la que tanto hemos hablado los últimos años y que ha ocupado nuestro pensamientos y artículos de opinión, es en realidad una crisis de valores y de nuestra comprensión del mundo. Como tal ha tenido consecuencias en casi todos los ámbitos: político, económico, social…
Para entenderla mejor, y sobre todo solucionarla, necesitamos recuperar la ética como una guía para vivir mejor. Sí, aunque suene raro, ya nuestro Baltasar Gracián entendía la ética como el arte de bien vivir.
En el momento actual, asistimos a una especie de renacer del humanismo empresarial: hablamos de ética, de Responsabilidad… y empieza a surgir un nuevo modelo de empresas orientadas a valores. Pensábamos que todo valía, pero no es así. La ética nos devuelve parte del humanismo que hemos perdido y rescata ese abanico de valores para que elijamos los nuestros.
Ana López de San Román
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