¿Sufrimos agotamiento medioambiental?

¿Sufrimos agotamiento medioambiental?

Según el informe Jóvenes y medioambiente, publicado por el Observatorio de la Juventud de la Fundación SM, aunque entre la población joven existe una preocupación generalizada por la crisis medioambiental, el 40% estaría de acuerdo en que el problema se está exagerando. Además, el 57% confía en que la ciencia y la tecnología evitarán que la Tierra sea inhabitable. Esta percepción, que ha aumentado 10% desde 2005, refleja una creciente fatiga y desilusión en torno a la urgencia y la magnitud del desafío ambiental que enfrentamos.

En España, a pesar de que el 81% de los españoles está «bastante o muy preocupado» por el cambio climático, según el Centro de Investigaciones Sociológica (CIS), existe otro grupo más relajado en sus conductas ambientales y que muestra hartazgo frente al tema.

Es comprensible que, frente a la abrumadora avalancha de noticias sobre la crisis climática, muchos se sientan desanimados. Las imágenes de desastres naturales, informes alarmantes y llamados a la acción pueden abrumar incluso a los más comprometidos. La sensación de impotencia ante la magnitud del problema puede llevar a la parálisis y al deseo de alejarse de la conversación por completo.

Sin embargo, sucumbir ante la fatiga ambiental y la negación no es una opción viable. La crisis climática es una realidad innegable que requiere una acción inmediata y concertada. Si bien es comprensible sentirse abrumado por el tamaño del reto, debemos resistir a la tentación de ceder al desaliento. Es fundamental abordar de manera crítica las narrativas catastrofistas que dominan el discurso público sobre el cambio climático. Si bien es importante reconocer la gravedad de la situación, centrarse exclusivamente en el panorama sombrío puede llevar a una sensación de desesperanza y resignación. En lugar de inspirar a la acción, estas narrativas pueden tener el efecto contrario, desmotivando a las personas y llevándolas a creer que cualquier esfuerzo por cambiar el curso de los acontecimientos es inútil.

Así lo expresa José Antonio Corraliza Rodríguez, catedrático de Psicología Social y Ambiental en la Universidad Autónoma de Madrid, en una conversación organizada por la Fundación Ramón Areces y la Academia Española de Psicología: «Por un lado, tendemos a pensar que los problemas ambientales son muy graves y que sus soluciones no dependen de uno, sino que tiene que haber unos científicos que busquen la solución y que después un político honesto pondrá en marcha ese remedio. Por otro lado, como segunda trampa, consideramos que los demás no están preocupados por el medio ambiente –solo entre el 20% y el 30% piensa que los demás sienten esa misma inquietud– por lo que para qué voy a cambiar mi conducta si los demás no lo van a hacer. En tercer lugar, sufrimos de ‘hipermetropía ambiental’, que significa que vemos con claridad los problemas lejanos como el deshielo de los polos, pero tendemos a despreocuparnos por los problemas cercanos. Por último, también nos enfrentamos a la saturación informativa. En este punto, los psicólogos sabemos que no todo se resuelve con informaciones y campañas tremendistas, que terminan produciendo fatiga informativa y el efecto contrario al deseado».

Solo entre el 20% y el 30% de las personas piensa que los demás sienten su misma inquietud ante el desafío medioambiental

Algunos autores proponen cambiar la perspectiva. Es el caso de Emilio Santiago, antropólogo climático del CSIC, que en su último libro, Contra el mito del colapso ecológico, propone alejarse de la idea de que nos dirigimos hacia un colapso inevitable como especie, y defiende la necesidad de situarse entre el miedo y la esperanza. Según él, la mejor forma de resolver la crisis climática no es generar un ambiente de nihilismo, resignación y apatía, sino tener fe la capacidad de los seres humanos para transformar el mundo en el que vivimos y cambiar las inercias de nuestros sistemas sociales.

Es hora de rechazar el fatalismo y adoptar una visión más equilibrada y esperanzadora del futuro. A pesar de los desafíos, hay razones para el optimismo. En todo el mundo, vemos ejemplos inspiradores de comunidades, organizaciones y líderes que están tomando medidas concretas para abordar la crisis climática y construir un futuro más sostenible, desde el surgimiento de movimientos juveniles como Fridays for Future hasta la adopción de políticas ambientales progresistas en distintas ciudades y países. Según el primer informe estatal del Observatorio de Transición Justa sobre la percepción de la transición ecológica en España, elaborado por Red2Red y Fundación Cepsa, los españoles jóvenes (entre 18 y 34 años) tienen una visión más optimista y son los más dispuestos a contribuir con sus comportamientos para favorecer la lucha contra el cambio climático.

Preguntado por posibles soluciones para acabar con el agotamiento ambiental, José Antonio Corraliza ha propuesto «volver al ‘menos es más’. Debemos renaturalizar la vida cotidiana, fomentar el amor a la naturaleza para así intentar cambiar esas conductas». Por su lado, Enric Pol, catedrático y experto en ecofatiga, recuerda la responsabilidad de las voces expertas e institucionales: «Es necesaria una gestión responsable de la información por parte de todos los emisores, incluidos los medios de comunicación, y sobre todo por parte de los políticos. Hace falta una ética profesional, hay que ser mucho más prudente y tener claro que dar la información no es suficiente para que la gente sea coherente».

Fuente: https://ethic.es/

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Categorias: Medio Ambiente, Noticias

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