La ‘Torre de Babel’ de las finanzas sostenibles: en el mundo existen hasta 25 taxonomías

La ‘Torre de Babel’ de las finanzas sostenibles: en el mundo existen hasta 25 taxonomías

La Unión Europea ya ha sacado adelante su taxonomía verde, un hito para las finanzas responsables y uno de los pilares fundamentales del Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la Comisión. Según expresaba recientemente Pablo de Ramón-Laca, director general del Tesoro, constituye «la columna vertebral del marco de finanzas sostenibles» y garantiza que la sostenibilidad no es solo un ejercicio de marketing. «El mundo entero admira esta taxonomía», ensalzó. Visite el portal especializado elEconomista Inversión sostenible y ESG.

Detrás del poco amigable término de taxonomía habita una ciencia estrechamente ligada a la Biología, ya que permite la clasificación de los animales y vegetales de acuerdo con unos métodos y fines específicos. Aplicada al mundo de las finanzas, su utilidad es similar: sirve para clasificar las actividades económicas que son sostenibles, es decir, que están alineadas con el objetivo de neutralidad carbónica que se quiere alcanzar de aquí a 2050.

Contra el ‘greenwashing’

Tal y como apuntaba De Ramón-Laca, se espera que esta normativa reduzca el llamado greenwashing (es decir, que no se denomine verdes a activos que no lo son). Pero su corta vida no ha estado exenta de polémica, especialmente tras la decisión de la Comisión Europea de incluir la energía nuclear y el gas como actividades verdes.

Europa es punta de lanza de las finanzas sostenibles a nivel global, pero no es la única región que está poniendo en marcha su regulación en este sentido. Además de su taxonomía, otras cinco están actualmente en vigor: la china, la japonesa, la de Malasia, la de Mongolia y la rusa.

Por si eso fuera poco, otros 19 mercados preparan las suyas propias: son Sudáfrica, Corea del Sur, Asean (Asociación de Naciones de Asia Sudoriental), Bangladesh, Canadá, Chile, Colombia, República Dominicana, India, Indonesia, Kazajistán, Nueva Zelanda, Filipinas, Singapur, Tailandia, Reino Unido, Vietnam, México y Sri Lanka. Así lo señala el informe Desarrollo, alineamiento e implementación de las taxonomías verdes globales, elaborado por la Climate Bonds Initiative (CBI), la organización de referencia en lo que respecta a las emisiones globales de deuda sostenible. ¿Estamos ante una auténtica Torre de Babel en lo que respecta a qué actividades se consideran verdes en diferentes puntos del globo?

Urge una homogeneización

«Numerosas jurisdicciones en todo el mundo ya cuentan con taxonomías en vigor, o están en el proceso de elaborar sus borradores», se señala en ese estudio, en el que los analistas de la Climate Bonds Initiative advierten: «Para prevenir la fragmentación del mercado y evitar barreras a los flujos transfronterizos de capital verde, se necesita de forma urgente más alineamiento e interoperabilidad entre taxonomías». Los reguladores, enfatizan estos expertos, «se han dado cuenta de que una taxonomía verde exitosa necesita alcanzar un cuidadoso equilibrio entre las circunstancias regionales y la compatibilidad con las prácticas internacionales».

«Los desafíos de implementación continúan estando ahí», destacan, incluido el reto de acomodar los objetivos climáticos de las distintas jurisdicciones, así como el de «combinar las taxonomías con las puntuaciones de sostenibilidad existentes». Estos expertos aprecian grandes diferencias en lo que respecta «a la calidad de los datos, el nivel de transparencia y la disponibilidad de los datos» entre unas regiones y otras.

Andrea González, subdirectora general de Spainsif, lanza un mensaje tranquilizador en medio de esta complejidad: «La mayor parte de taxonomías que están comenzando a desarrollarse lo están haciendo a imagen y semejanza de la europea. Eso reduce el ruido de fondo», afirma.

Al mismo tiempo, añade esta experta, «es necesario que cada región realice un diagnóstico por actividades y sectores para identificar hacia dónde es necesario dirigir los capitales para alcanzar los objetivos de sostenibilidad en sus economías. En ese proceso, es un ejercicio sano que distintas regiones se pongan manos a la obra, estén más o menos inspiradas por la iniciativa europea, que es la norma líder en sofisticación y en rigurosidad científica en este campo».

Los analistas de la CBI hacen hincapié en que, aunque los enfoques tienden a diferir entre unos países y otros, en general se están siguiendo una serie de principios comunes. Se refieren a que, en su mayoría, estas taxonomías cuentan con una base científica y se esfuerzan por utilizar las etiquetas y regulaciones ya existentes, en esa búsqueda de homogeneización.

En su mayoría también incorporan medidas para «no causar un daño significativo» (do no significant harm o DNSH en inglés) a ninguno de los seis objetivos de la taxonomía verde. Dicho de otro modo, la tendencia es excluir a aquellas actividades que, pese a cumplir uno o varios de los objetivos climáticos, dañan cualquier otro.

¿Por qué hay tantas?

Andrea González explica el motivo de que existan tantas regulaciones distintas para una misma cuestión : «La composición de las actividades de cada región es muy distinta. La clasificación europea de actividades está basada en NACE, una clasificación estadística de actividades económicas de la UE. En el caso de Canadá, por ejemplo, responde a los recursos naturales, que son el eje vertebrador de su economía, a diferencia de lo que ocurre con la economía europea, más basada en servicios».

Las taxonomías japonesa y canadiense tienen objetivos de transición, así que las actividades que contemplan son, por necesidad, distintas de las de la europea, explica Andrea González (Spainsif)

En ocasiones, añade la experta, que afloren tantos lenguajes distintos para abordar unos objetivos parecidos no depende tanto de los intereses políticos sino de la composición de la economía de cada país y de los retos que se hayan fijado las propias taxonomías. La japonesa y la canadiense, por ejemplo, tienen objetivos de transición, no de neutralidad, de modo que la composición de las actividades tiene que ser necesariamente distinta. También influye qué agentes lideran el desarrollo del marco (en Asean se trata de asociaciones sectoriales, en otras regiones lideran entidades del sector privado, en Europa el regulador…).

Acercamiento UE-China

Desde Europa se pretende generar documentos de denominador común que, hasta que exista una mayor armonización, ayuden a navegar entre distintas clasificaciones, explica la subdirectora general de Spainsif. Un buen ejemplo es la common ground taxonomy (o taxonomía de terreno común) de la UE y China, que lanzó en noviembre la Plataforma Internacional de Finanzas Sostenibles. Se sentaban así las bases de un alineamiento de las definiciones verdes de ambas superpotencias.

«A corto plazo, es viable encontrar cierta proliferación de este tipo de documentos, si bien es pronto para hablar de alineaciones definitivas cuando la mayor parte de taxonomías a nivel mundial están todavía en fase de construcción», advierte González.

Existen similitudes, y diferencias, entre las taxonomías de la UE y China. El informe de la CBI detalla que, mientras la europea incluye seis objetivos ambientales, la china contiene solo tres, y que en algunas áreas se solapan. Estas diferencias, agregan, tienen más que ver con distintas prioridades y formas de expresión que con su objetivo final.

«China está abordando desafíos de contaminación ambiental más amplios, mientras que la UE ha desarrollado su taxonomía de forma escalonada, y se ha centrado, inicialmente, en dos objetivos: adaptación y mitigación del cambio climático», se explica.

Por otro lado, uno de los pilares básicos de la taxonomía europea es el antes mencionado do no significant harm (DNSH). Mientras Europa detalla que quedarán excluidas las actividades que, pese a cumplir uno o varios de los objetivos climáticos, perjudican a cualquier otro (el DNSH mencionado más arriba); y detalla los criterios para excluirlas. Por el contrario, la china ofrece una descripción limitada en este sentido.

Las taxonomías de todo el mundo «deben seguir evolucionando y aglutinar consenso científico y avances tecnológicos», concluyen los analistas de la CBI. Las que se encuentran actualmente en desarrollo han comenzado a adoptar conceptos definidos en la europea. Y no todo es cambio climático: «Existe un apoyo creciente para la expansión de la taxonomía hacia objetivos sociales y ambientales, como son la protección de la biodiversidad». La clasificación europea de actividades que favorecen los objetivos sociales está ya en construcción, pero, al no contar con una base científica, es previsible que sacarla adelante requiera, como con la verde, importantes esfuerzos.

Fuente: https://www.eleconomista.es/

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