Hace ya varias décadas, se iniciaba una tendencia social imparable con un impacto directo en la gestión futura, el progreso y su sostenibilidad. La sociedad y el mercado empezaron a penalizar las actuaciones desviadas que no tuviesen en cuenta las erosiones producidas en ámbitos básicos que se estaban mostrando frágiles: el medio ambiente, la economía y, en definitiva, la propia sociedad.
A partir de entonces, se produjo una transición en el modelo de gestión, tanto de los asuntos empresariales como de las actuaciones personales propiamente dichas, que ha ido avanzando de forma importante y se torna irreversible. El fundamento es la concienciación a la hora de desarrollar correctamente las variadas y múltiples actividades para evitar o reducir los efectos perniciosos aparejados. Cualquier actividad, además de perseguir intereses y obtener resultados directos, también tiene potenciales efectos indirectos, con una u otra dimensión. Se generaliza la búsqueda de compatibilidades que sean económicamente rentables y socialmente beneficiosas o aceptables. Así, los diseños industriales, el desarrollo específico de los negocios o las características exigidas para afrontar planes de inversión se han ido acomodando a los nuevos contextos y valores.
Cualquier producto o servicio tiene también una ineludible capacidad para producir determinadas consecuencias negativas en un entorno concreto y, de inmediato, aparece la latente cuestión derivada de la responsabilidad. La industria del juego de azar no es ajena a esta realidad y para contrarrestar sus impactos, la atención se centró inicialmente en una “provisión” responsable. Enfocándose en el papel que podían realizar los reguladores en sus normativas sobre los diferentes requisitos técnicos y administrativos, así como las acciones que podían desarrollar los propios proveedores de juego en su oferta, con el objetivo de minimizar los riesgos o daños que se pudiesen derivar del uso de sus productos o servicios, mediante continuas políticas operativas de mejora.
Años más tarde, este interés teórico y práctico se ha ido centrando también en la figura del individuo y en su responsabilidad en el “consumo” de juego, poniendo especial énfasis en mantener y disfrutar de un entretenimiento ordenado. La respuesta socio-científica se ha ido promocionando de forma pública y privada, impulsándose la información, la sensibilización y la prevención a través de distintas vías. El usuario adulto tiene, en condiciones normales, potestad y autoridad intransferible en sus elecciones, considerándose esencial la inherente responsabilidad individual derivada de un libre uso, previamente informado.
En esta línea, diferentes expertos internacionales han ido aportando una serie de principios que ayudan a delimitar la faceta de un consumo responsable en el juego y que pueden resumirse en tres rasgos generales. Así, sintéticamente, se juega individualmente con responsabilidad si existe:
- Información: respecto a las características de los diferentes juegos de azar, las probabilidades de ganar o perder y el conocimiento necesario para comprender los posibles riesgos asociados a un uso desordenado.
- Control: el que se realiza dentro de los límites particulares fijados de tiempo, de dinero y de cualquier otro elemento que el individuo pudiese determinar previamente.
- Equilibrio: en relación a otras actividades habituales, responsabilidades y prioridades, ya sean éstas de tipo personal, familiar o laboral.
Si se enlazan estos tres elementos, el resultado es un juego ‘divertido’ que plasma su esencia: realizado para disfrutar de ocio y entretenimiento, tanto individual como colectivo, sin focalizarlo en el posible incremento del patrimonio económico, ni como alternativa para resolver u olvidar problemas personales coyunturales.
Sumados y mezclados adecuadamente los elementos seleccionados, puede configurarse una de las múltiples definiciones que enfatizan la responsabilidad en el consumo de juego:
“El juego produce diversión y entretenimiento cuándo se realiza de manera informada y se elige racionalmente, asegurándose que se mantiene dentro de los límites personales asumibles, en equilibrio con otras actividades y responsabilidades, evitando así los posibles daños causados por un uso individual descontrolado.”
Aplicándose a cualquier otro sector industrial y de consumo, de manera más general y más escueta, podría decirse que:
“La información es fundamental para una elección racional del consumidor”.
Esta opción conceptual –u otra con redacción similar- conforma una parte clave en una estrategia más global, cuyo objetivo esencial sea modular el posible comportamiento inestable de los consumidores o de aquellos que puedan ser proclives a desórdenes en sus respectivas elecciones. Las estrategias para un orden sostenible también deben incluir la modificación de las concretas políticas públicas, con la valoración de la demanda y, en su caso, con un oportuno control de la oferta; con campañas de información y sensibilización; con estudios científicos específicos y sobre cuestiones diversas; con la reflexionada restricción de la exposición comercial, publicidad y promoción descontrolada de la actividad; con una especial protección de los menores y de otros grupos vulnerables(…).
La digitalización ha puesto el acento en las nuevas generaciones y en los grupos vulnerables, ampliando –o “amplificando”- determinados aspectos problemáticos. La gestión para un prometedor futuro del juego debe promover la protección, la racionalidad y la responsabilidad, de manera integral, para que todos los consumidores puedan disfrutar saludablemente de su ocio y entretenimiento, siendo capaces de comprender y valorar la tecnología aplicada, los nuevos desarrollos y sus posibles riesgos.
Para alcanzar estos objetivos, es necesario mantener una voluntad interpartes que avance hacia una regulación transversal, basada en el diálogo constructivo y apropiada para los nuevos desarrollos y la ética imperante. La evolución natural de la industria y afianzar una buena reputación reclaman esta línea de trabajo, cuyos resultados han sido, son y serán beneficiosos, tanto para el individuo como para la sociedad en su conjunto. A pesar de los avances significativos, aún queda labor por realizar debido al dinamismo y las características de los nuevos contextos sociales de juego.
Por Germán Gusano Serrano
- La innovación social: un ejemplo de creatividad y solidaridad - 27 mayo, 2020
- Responsabilidades - 13 abril, 2018
- La resiliencia de la industria del Juego - 24 abril, 2017