¿Violencia o Equidad de Género?: Una breve aproximación a lo que sucede en nuestra sociedad y lo que pueden hacer las empresas

¿Violencia o Equidad de Género?: Una breve aproximación a lo que sucede en nuestra sociedad y lo que pueden hacer las empresas

La violencia está tan arraigada a nuestra sociedad que se encuentra en chistes, programas de televisión, publicidad, charlas de amigos y otros. El machismo, como el racismo en Bolivia, se ha anquilosado en lo más profundo de nuestra realidad, a tal grado que se ha vuelto normal.

Es muy común que no entendamos como violencia, por ejemplo, que un actor se disfrace de mujer y actúe como ella. ¿Qué tiene de malo ser mujer para que sea un acto ridículo? Aplaudimos al otro actor acompañado de su esposa que se hace a la víctima de una mujer decidida y fuerte, el pocholo no es otra cosa que la ridiculización del hombre que se queda en la casa y la mujer manda. ¿Eso está mal? ¿Por qué está bien cuando la situación es al revés? No recuerdo un solo sketch cómico en el que una mujer se disfrace de hombre, se coloque un bigote y una gran panza para regodearse por el escenario con la mano en los pantalones mientras mira la TV. Pero nosotros, todos, permitimos lo burlesco de ser mujer hoy en día. Ese menosprecio es violencia.

Tampoco consideramos violencia cuando un spot publicitario se hace “famoso” por mostrar a una mujer semidesnuda probando un producto que nada tiene que ver con la mujer en cuestión. Las ferias donde se usan azafatas para mostrar un rostro de la empresa es precisamente eso: Uso. Ese pensamiento pueblerino de tratar de vender un producto con una linda mujer al ingreso del stand no está bien, ni aunque la mujer se ofrezca a hacerlo, porque el producto o servicio debe satisfacer una necesidad. ¿Qué necesidad se cubre a través de una modelo? El morbo. ¿Saben qué es lo peor? Que la población asiste a sacarse fotos junto a las azafatas más lindas, y eso el departamento de marketing lo sabe muy bien, por eso RSE y Marketing siempre van a tener objetivos distintos. Usar a la mujer es violencia.

Bolivia ha logrado importantes avances en cuanto a equidad de género en la política, siendo uno de los pocos en la región que ha alcanzado el 42% de representación de mujeres en Cámara de Senadores y un histórico 50% en Diputados. Sin embargo, si de representación hablamos, ¿Por qué en los Gremios, Federaciones, Cámaras y Confederaciones de empresarios y productores esto no se mantiene? En 2011 le preguntaron al entonces máximo ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB), por qué no se atendía el tema de equidad de género para el Comité Ejecutivo Nacional, a lo que respondió: “… (El tema) es de orden orgánico, porque tenemos la clase media, proletaria, los campesinos y las centrales obreras departamentales. Quiero mejor que mis compañeras hablen sobre las cuestiones orgánicas en casa…”[3]. De acuerdo a los estatutos de la COB, solo un fabril o un minero (hombres) pueden ocupar el puesto de máxima autoridad. Excluir a la mujer es violencia.

En los colegios y universidades la elección de una “Reina Bufa” no era otra cosa más que la patética simulación de la burda ausencia de criterio, ya que mientras más obscena y grotesca era la actuación del hombre haciéndose pasar por una mujer, más opciones de ganar tenía. Ridiculizar a la mujer es violencia.

En los titulares de los periódicos leemos sobre violencia hacia la mujer cada día, pero no nos avergonzamos cuando vemos en la sección de “intimidades” u “otros servicios” como se ofrece libre y abiertamente a jovencitas. ¿Eso no es promoción de la trata y tráfico? Lo que deberían comenzar a hacer los medios masivos de comunicación es censurar ciertos contenidos agresivos, violentos y discriminadores, no solo por qué lo establezca una ley sino por qué es lo correcto para la subsistencia del negocio. La promoción de la prostitución y la trata es también violencia.

Tuve la oportunidad de trabajar un tiempo en una organización social que brindaba acceso a vivienda social a familias de escasos recursos económicos. De un diagnóstico realizado, nos quedamos sorprendidos con la cantidad de títulos de propiedad de viviendas que solo se inscribían a nombre del esposo/concubino. Resulta ser que cuando el hombre maltrataba a la mujer, este la amenazaba con quedarse con el hogar y los hijos y si ella lo denunciaba o quería irse, se iba sin nada. Ante este tipo de amenazas, además del miedo, el desconocimiento de los derechos patrimoniales es una variable muy importante. Muchos hombres usan los bienes como una manera de intimidar a sus parejas. Esa es la violencia económica y patrimonial.

En el sector empresarial, el enfoque de género ha cobrado bastante fuerza los últimos dos años. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que siguen existiendo negocios para hombres. Campañas como #HeForShe de ONU Mujeres, #NiUnaMenos como movimiento mundial contra la violencia a la mujer, lineamientos sobre los grupos de interés prioritarios descritos por ISO 26000, indicadores del Global Reporting Iniciative (GRI) que apuntan hacia la equidad de género en las contrataciones destacan estos esfuerzos en el país de adhesión voluntaria. Pero se puede y debe ir más allá. No basta con que se tenga un 50% de hombres y 50% de mujeres en el total de trabajadores, sino que todos tengan oportunidades de ascenso a cargos ejecutivos o gerenciales, por ejemplo, o que un hombre y una mujer en el mismo cargo ganen igual. Eso parece obvio, pero no es así. El nuevo reglamento de RSE aprobado a finales del 2015 es muy claro y contempla un indicador interesante: El derecho de las mujeres a no sufrir ningún tipo de violencia. Este indicador ha sido extraído de la Ley 348 “LEY INTEGRAL PARA GARANTIZAR A LAS MUJERES UNA VIDA LIBRE DE VIOLENCIA”. Pagar menos a una mujer que a un hombre en un mismo puesto de trabajo o hacer todo lo posible para que ella no ascienda es violencia laboral[4].

Las empresas deben comenzar a evitar los spots violentos, las contrataciones con fines de uso, la mejora en sus procesos de contratación para que cada vez más mujeres sean contratadas y asciendan en igualdad de condiciones que los hombres y que la alta dirección esté representada al menos por un 50% de mujeres. Las empresas pueden lograr lo que otros no, darle a una mujer un trabajo digno, adecuado y con perspectivas de crecimiento y superación para ella y su familia.

A pesar de lo expuesto dicen que vivimos en una constante negación e hipocresía. Todos estamos conscientes que la participación de la mujer en la historia del país ha sido crucial. Sin ellas jamás hubiésemos alcanzado la independencia, pero no fue hasta 1952 que tanto la mujer como el indígena tienen acceso a la universidad y el derecho al voto, entonces es de suponer que en este largo proceso de inclusión, estos dos grupos mayoritarios son los que terminaron siendo tratados como minorías y a uno de ellos lo están exterminando.

Cientos de voces de mujeres se elevan para evitar esta masacre y nosotros, los hombres, poco hemos hecho para detenerla. Muchos hemos escuchado casos de violencia doméstica o laboral pero no queremos meternos en la privacidad de las familias o de las decisiones ejecutivas, por miedo a perder el trabajo. Muchos hemos visto la violencia en las calles o en el transporte público y no hemos actuado. Siento en lo profundo de mí ser que es momento de actuar, de evitar más maltrato.

Tenemos la fuerza y el poder para detener el abuso, pero no tenemos el coraje para afrontar a otro hombre que actúa cobardemente contra una mujer. Debemos dejar de creer que somos dueños de las personas. Nadie es posesión de nadie y esta no debería ser una lucha solitaria, sino una lucha de todos. Mientras el asesinato impune continúe seguirá siendo uno de los mayores fracasos de nuestra especie en esta generación.

 Por Javier Espada

[1] Escritor, investigador, docente y promotor de la RSE en Bolivia.

[2] http://opinion.com.bo/opinion/articulos/2015/1228/noticias.php?id=179334

[3] http://www.opinion.com.bo/opinion/articulos/2011/0127/noticias.php?id=531

[4] Artículo 7 de la Ley 348 (Violencia Laboral): Es toda acción que se produce en cualquier ámbito de trabajo por parte de cualquier persona de superior, igual o inferior jerarquía que discrimina, humilla, amenaza o intimida a las mujeres; que obstaculiza o supedita su acceso al empleo, permanencia o ascenso y que vulnera el ejercicio de sus derechos.

Otras Fuentes
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