El talento humano es determinante para el desarrollo y la sostenibilidad de las empresas, sin importar el sector al que pertenezcan. Los colaboradores son en ese sentido el activo principal y un eslabón imprescindible en los engranajes de la gestión corporativa.

Es por ello que las estrategias de responsabilidad social en muchas compañías se dirigen en primer lugar hacia sus empleados. Es entonces cuando se habla de buenas prácticas laborales,  entendidas como el conjunto de políticas y acciones colectivas en pro del bienestar de los colaboradores, que buscan también impactar de manera positiva a la organización.

Se encuentran así prácticas para mejorar el clima laboral, a través de actividades físicas, salidas de integración, celebración de fechas especiales, etc.; programas para beneficiar a los empleados con hijos o que están próximos a tenerlos; acciones para fomentar el equilibrio entre el trabajo y la familia, entre muchas otras.

El fortalecimiento y retención del talento es otro de los ámbitos fundamentales. Así, para mejorar las competencias de sus colaboradores, se presentan diversas alternativas de formación profesional o técnica, lo cual se ve traducido más tarde en posibilidades de ascenso dentro de la organización y, por ende, en una mayor calidad de vida. Asimismo, se estrecha más el vínculo y el compromiso entre el trabajador y la empresa.

La innovación y la tecnología también son aliados importantes para la instauración de buenas prácticas laborales dentro de una organización, como el teletrabajo, una estrategia eficaz para lograr determinados objetivos en materia de responsabilidad social, como el equilibrio familia-trabajo, la inclusión laboral e, incluso, la reducción de emisiones de gases efecto invernadero.

Indudablemente este tipo de acciones más temprano que tarde se traducen en beneficios para la empresa: con empleados más satisfechos, capacitados y comprometidos habrá mayor productividad y calidad en los procesos, se obtiene mayor reputación y se afianza la fidelidad de los clientes.

En general, las buenas prácticas laborales son el ejemplo concreto de una reciprocidad exitosa entre una compañía y sus grupos de interés.

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